A propósito del estudio sobre el mitograma de la serpiente de dos cabezas.

Esa especie de doble espiral es un dibujo del movimiento en dos tiempos. La primera etapa es recibir y la segunda es entregar.
Cuando un impulso llega, cuando una imagen llega, se contrae, se reduce y se aprieta en un eje, y eso es lo mismo que la reducción del movimiento o una energía en un punto. Ahí, en ese punto, se pueden contemplar dos posibilidades: la inmovilidad (la detención, la parálisis) o la réplica, una contestación al movimiento inicial: una respuesta (que en el símbolo de la doble espiral se dibuja como retornando en el mismo sentido de entrada de ese flujo por efecto de la síntesis de ese símbolo) pero que puede ser una reacción en otro sentido, o dirección, o en otra dimensión. Tal como trabajan nuestros sentidos, que al percibir se movilizan pero no hacia el estímulo, no hacia donde se origina el estímulo, sino generando triangulaciones y complejos diagramas entre los otros sentidos y además suman, llaman e incorpoan a nuevas partes de nuestra estructura del entender la existencia, como los recuerdos, como las emociones, como la imaginación, la percepción del espacio y la dimensión temporal.

Así se producen las fluctuaciones de la doble espiral a la que arribamos desentrañando más significados o aplicaciones al mitograma de la serpiente de dos cabezas.

De todo esto podemos desprender un principio simple: no puede salir o entregarse lo que antes no ha entrado, lo que antes no ha impresionado, lo que no ha sido visto, como ocurre con el funcionamiento del hilo plateado que nos sostiene en vida, el aire vital y limpio como una cinta fría que entra en nosotros y luego, tibio y carbónico, sale de nuestros pulmones, rítmicamente, una y otra vez cada pocos segundos.

Un modelo, una modelo en movimiento es una energía fluctuante, acuática, elongada como impulso de llegada, que pregna sonoro, cuando la fuerza de la mirada analítica (del observador) decae, cuando la voluntad deja paso al abandono y al dejarse ganar por la emoción del impacto. Cuando la alteración es más fuerte que la voluntad y la razón, cuando las puertas ceden a una verdad y se abran hacia el interior, el nuestro, nuestro interior, ganando un espacio, generando un punto que emite movimientos en la mano del grafito que marca el papel, con la fuerza de una risa o de un llanto incontrolable.

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